viernes, 24 de diciembre de 2010

Cuando un país fracasa



Cuando un país fracasa la situación no se debe simplemente a la culpa de un solo individuo (aunque el individuo de marras tenga la culpa) ni a una única facción política, ni a la acción de inicuos enemigos de la patria o a cualquier otra fantasía.
Cuando un país fracasa se debe esencialmente a su incompetencia para comportarse como una auténtica comunidad de intereses: un país está condenado al fracaso cuando sus habitantes se han descomprometido de su papel participativo y cada cual ha aplicado su energía individual a mirarse al ombligo, entre cuyos pliegues guarecen su coche a plazos, su hipoteca irreflexiblemente comprometida tras la ensoñación de que, en el caso de que algo llegase a ir mal mal, la Gran Teta del Estado se hará cargo de los plazos.
La Gran Teta sólo se ocupó de los bancos. ¿Lo recordáis?
La Gran Teta está agotada, amigos. La alimentamos los cuatro afortunados que todavía tenemos un trabajo productivo. Nadie en su sano juicio puede hoy en día dar por cierto que pueda haber ninguna otra salida sino la creación de empleo. Pero eso no va a suceder mientras en lugar de hay diálogo social persista ese pomposo simulacro que sustituye a ese diálogo (se trata de un diálogo vicario, ficticio, cansinamente político).
Recordad la supuesta huelga del 29 de septiembre. Contemplad la cadena de episodios de los controladores no como el ejercicio de un derecho, sino como la clara manifestación de la incompetencia de sus asesores jurídicos y no perdáis de vista el recurso al estacazo y tente tieso de un Gobierno que bracea en un lodazal de estrés en el que estamos todos metidos a la fuerza. Son bien pocas las posibilidades de que, en este estado de cosas, pueda llegarse a acuerdos razonables entre el capital y las fuerzas productivas, entre parados y Estado, entre simulacros de ideas y familias desesperadas.
Hace tres días, en cierta localidad costera, hacia eso de las nueve de la noche, había un grupo de hombres y mujeres que hurgaban en los contenedores de basura. Olisqueaban los restos de comida que se encontraban dentro de las bolsas de plástico. Tomaban decisiones rápidas de cuáles podrían alimentarlos a ellos y a sus hijos aquella noche y cuáles convenía rechazar.
A todo eso se le llama fracaso.
El llamar a las cosas por su nombre es el primer paso para salir de pozo. Mientras sigamos con la fantasía de que la Gran Teta se va a hacer cargo del asunto no saldremos de pobres. 

www.josehermida.com

1 comentario:

  1. Sin palabras… totalmente de acuerdo!

    No sirve de nada echar la culpa a los otros, debemos hacer una autocrítica y actuar de manera colectiva, sabiendo aportar y esforzarnos. Se acabo la frase tantas veces escuchada “trabajo porque mi sector esta parado, a ver si se activa”, no queda otra que actuar y buscar otro sector.

    Parece que hoy la gente (tanto jóvenes como no tan jóvenes) no sabemos que para tener hay que esforzarse: aprender, formarse, practicar y trabajar. Nada viene dado, todo se consigue paso a paso y etapa por etapa.

    La clave esta en la productividad. En los años de bonanza poco importaba malgastar el dinero, por que “nos sobraba”. Pero hoy todos los costes son contabilizados, incluso cuanto productivos somos.

    Espero que 2011 sea un año productivo para crear un mejor futuro común.

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