miércoles, 8 de diciembre de 2010

El talento español huye de España una vez más


Entre 1900 y 1913 un millón y medio de españoles abandonaron el campo o emigraron a Suramérica. Un pueblo entero de la provincia de Ávila escribió al presidente de la República Argentina ofreciéndose todos a trabajar allí. Como no podía ser menos de espera, la prensa, los intelectuales y los señoritos españoles se lanzaron sobre ellos acusándoles de antipatriotas. La respuesta del alcalde fue rotunda: "el amor a la patria empieza por dar de comer a nuestros hijos" (citado por Raymond Carr en "España. De la Restauración a la Democracia. 1875-1890").


El diario Clarín informa que 33.000 españoles han ido llegando a Argentina a lo largo de los dos últimos años en busca de empleo y empujados por la crisis económica. No se trata de mano de obra sin más: la mayor parte son licenciados universitarios, jóvenes y dispuestos a labrarse un futuro que su patria no les ofrece. Además, tomen nota de esto, han tomado la decisión de cruzar el charco en lugar de quedarse lloriqueando en casa de papá y mamá a este lado del Atlántico. Los ninís se quedan aquí pegados al botellón mientras el resto, como si todavía viviesen en el siglo XIX, anhelan "soluciones políticas", pero no se plantean, tal como Viktor Frankl sugirió, que en lugar de preguntarse qué es lo que un Gobierno puede hacer por ellos, qué es lo que ellos podrían hacer por la sociedad a la que pertenecen.

Hace unos meses se ha publicado la versión catalana de Spanish Rose, Yorkshire Thorns, una novela de la octogenaria Marta Cardona, quien emigró con su familia al Reino Unido en 1950 para trabajar de criada en una casa de Yorkshire.

Una historia de lucha y superación, desde luego, pero por encima de eso, es la historia de una mujer repleta de talento: es su única novela y ha conseguido verla publicada a la edad de 82 años. Tenacidad es la palabra. Marta acabó criando en solitario a sus cinco hijos, porque su marido la abandonó. Se sentía fuera de lugar tanto en Inglaterra como en Cataluña (el título en catalán es Fora de lloc, es decir “fuera de lugar”). Volvió a Cataluña a principios de los años setenta. “Me sentí desplazada –ha declarado. Luego pensé que era mejor pensar que tenía dos patrias antes que creer que era una desgraciada”.


Dos hermanos de mi padre emigraron a Argentina a finales de la década de los años veinte del siglo pasado. Ambos alfareros de profesión, uno de ellos llegó a ser profesor de Cerámica en la Escuela de Cerámica en Buenos Aires, y el otro, secretario general de la CGT de Cerámica.

De haberse quedado aquí, ambos talentos hubiesen resultado de todo punto invisibles.

No sólo es la economía. No sólo es la política. Se trata de un asunto de desperdicio de talento e ilusión, estúpidos. El patriotismo es una consecuencia, no el origen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario