Cuando un país fracasa la situación no se debe simplemente a la culpa de un solo individuo (aunque el individuo de marras tenga la culpa) ni a una única facción política, ni a la acción de inicuos enemigos de la patria o a cualquier otra fantasía.
Cuando un país fracasa se debe esencialmente a su incompetencia para comportarse como una auténtica comunidad de intereses: un país está condenado al fracaso cuando sus habitantes se han descomprometido de su papel participativo y cada cual ha aplicado su energía individual a mirarse al ombligo, entre cuyos pliegues guarecen su coche a plazos, su hipoteca irreflexiblemente comprometida tras la ensoñación de que, en el caso de que algo llegase a ir mal mal, la Gran Teta del Estado se hará cargo de los plazos.
La Gran Teta sólo se ocupó de los bancos. ¿Lo recordáis?
La Gran Teta está agotada, amigos. La alimentamos los cuatro afortunados que todavía tenemos un trabajo productivo. Nadie en su sano juicio puede hoy en día dar por cierto que pueda haber ninguna otra salida sino la creación de empleo. Pero eso no va a suceder mientras en lugar de hay diálogo social persista ese pomposo simulacro que sustituye a ese diálogo (se trata de un diálogo vicario, ficticio, cansinamente político).
Recordad la supuesta huelga del 29 de septiembre. Contemplad la cadena de episodios de los controladores no como el ejercicio de un derecho, sino como la clara manifestación de la incompetencia de sus asesores jurídicos y no perdáis de vista el recurso al estacazo y tente tieso de un Gobierno que bracea en un lodazal de estrés en el que estamos todos metidos a la fuerza. Son bien pocas las posibilidades de que, en este estado de cosas, pueda llegarse a acuerdos razonables entre el capital y las fuerzas productivas, entre parados y Estado, entre simulacros de ideas y familias desesperadas.
Hace tres días, en cierta localidad costera, hacia eso de las nueve de la noche, había un grupo de hombres y mujeres que hurgaban en los contenedores de basura. Olisqueaban los restos de comida que se encontraban dentro de las bolsas de plástico. Tomaban decisiones rápidas de cuáles podrían alimentarlos a ellos y a sus hijos aquella noche y cuáles convenía rechazar.
A todo eso se le llama fracaso.
El llamar a las cosas por su nombre es el primer paso para salir de pozo. Mientras sigamos con la fantasía de que la Gran Teta se va a hacer cargo del asunto no saldremos de pobres.
La anciana guardesa riñe a las muchachas porque no están trabajando. La Fábrica de Tabacos de Sevilla fue un motivo muy inspirador para el pintor, que gustaba retratar a una de las muchachas del grupo mientras se fumaba un cigarrillo indolente y seductora.
1.- No hace falta escuchar lo que la muchacha del pañuelo rojo susurra a su compañera. A diferencia de los gestos de evaluación como los que se han mostrado en otras imágenes, la chica no está interesada en ocultar el curso de sus pensamientos, sino todo lo contrario. Lo más interesante es mientras ella se muestra sonriente, la actitud de la que viste el mantón amarillo es mucho más seria,
2.- En comunicación no verbal no son sólo las señales estáticas las que cuentan. La confrontacion entre distintas actitudes son asimismo muy relevantes. La chica nº 2 está seria, pero atenta a lo que se le está contando. En el cuadro es la única que trabaja liando un cigarrillo, pero lo hace por medio del denominado gesto de apaciguamiento, que cumple funciones distintas, pero una de ellas, es la de hacer algo a fin de simular que se lleva a cabo una actividad. Gestos cotidianos de apaciguamiento son hacer sonar las monedas en el bolsillo, mirar continuamente la hora o manipular objetos (un bolígrafo, un vaso) o partes del cuerpo (el lóbulo de la oreja). La atenta observación de los gestos de apaciguamiento suministra información bastante fiable del estado de ánimo de la persona observada.
3.- La anciana reprende la conducta de las jóvenes. No lo hace de forma amenazadora porque inclina la cabeza a un lado. Cuando tiene lugar una amenaza seria, quien la emite suele manter la cabeza vertical a fin de mostrar firmeza. La mujer también enseña las palmas de las manos, pero a diferencia de los ejemplos anteriores, lo hace con los dedos apuntando hacia arriba, lo cual significa “detención” (al igual que hacen los guardias de tráfico). Si la señora mantuviese los dedos apuntando hacia el suelo significaría que cree que no va a conseguir nada.
4 y 5.- La chica adormilada del fondo y la seductora fumadora solamente cumplen funciones de composición y sentido en el contexto del cuadro.
La contradicción entre los gestos indica disfunciones del espíritu porque indica falta de congruencia. La significación de un gesto de triunfo con el puño en alto se ve anulado por un rostro que refleja derrota o insatisfacción. En comunicación no verbal los contrastes facilitan información altamente sustantiva.
1.- En la comunicación no verbal cuenta a veces más la gestión del espacio que la gestualidad o el tono de la voz. Es por eso que los mendigos se agolpan en la puerta y un portero (nº 11) regula el flujo de personas hacia la sala a fin de crear una “burbuja de poder” cuyo centro lo ocupa la autoridad civil.
2.- El personaje a quien corresponde la decisión de otorgar las licencias para mendigar va totalmente ataviado a la antigua (casaca y peluca) y es hipermétrope (mira al documento, que sostiene apartado, y no al mísero solicitante). Es una clara mise en scène que cumple con la función de solemnizar el mísero acto, puesto que es invierno (hay un brasero), apenas de dispone de una diminuta alfombra y la sala resulta patéticamente diminuta. Este tipo de evaluaciones no verbales son las que se hacen en los negocios a la hora de evaluar a los interlocutores (marca del reloj, estimación de los muebles del despacho, equipamiento informático, aspecto del personal, etcétera).
3.- El cura hace uno de los gestos de evaluación que consiste en sostener la barbilla con el dorso de los dedos de su mano izquierda mientras guarda el devocionario con la derecha. Su posición, de pie, junto a la ventana, nos dice que no cuenta con demasiado poder en el contexto del cuadro, ya que una autoridad eclesiástica nunca se encontraría ahí, prácticamente aplastado por el respaldo del sillón. Es prácticamente una figura de adorno.
4.- El mendigo hace una torpe reverencia. Los demás nos juzgan, aunque no sepan que lo hacen, por nuestra desenvoltura en el manejo de los asuntos más triviales de la vida cotidiana, como el uso de los cubiertos en la mesa, la dirección de nuestras miradas o la apariencia de ser expertos o no, en cada uno de nuestros actos. El gesto exagerado y tal vez inoportuno del mendigo, lo ridiculiza ante la soberbia de su juzgador.
5.- Nótese la compostura del anciano de la capa verde (Burgess también incluyó a este personaje en otros cuadros de mendigos). Alza la cabeza, lo que podría interpretarse como un gesto de descaro… si no fuese ciego. Es evidente que nadie incurriría en este error de interpretación. Cuando vemos por primera vez a otra persona procedemos instantáneamente a una veloz clasificación de su personalidad basándonos en un compleja y densa base de datos alimentada por la experiencia. Lo que menos suele importar es el interior del individuo, prevaleciendo el concepto del tipo “a ver a quién se parece”; de esta forma se le asigna un estatus que lo situará, con relación a cada uno de nosotros, en un estado de inferioridad, igualdad o superioridad a nosotros.
6.- El hombre parece ocultarse tras el ciego. ¿Por qué lo hace si precisamente va a que lo vean y le concedan su licencia? Sabemos que en numerosas entrevistas de trabajo, bien sea por timidez o por otras razones, algunos candidatos “se ocultan” ante los seleccionadores de personal y se muestran incapaces de poner de manifiesto sus virtudes o las razones por las que deberían contratarlos.
7 y 8.- ¿Qué diría usted que está sucediendo entre estos dos personajes? Una de las interpretaciones posibles es que el nº 7 estré mostrando unas monedas al nº 8, al que está contratando para mendigar (esto sucede hoy en día en prácticamente todas las ciudades españolas).
9.- Un viejo soldado. Su raída gorra se parece mucho a la de los soldados liberales. La fecha del cuadro (1877) nos pone en situación: un año antes había concluido la tercera Guerra Carlista. Muchos soldados se habían convertido en mendigos. El personaje se está quitando la gorra, en imitación del ciego (nº 5) haciendo un gesto de cortesía en el que, como soldado, no tenía práctica alguna, con lo que su efecto resulta similar al de la lastimosa reverencia del mendigo de la primera fila (nº 4).
Hasta bien entrado el siglo XIX no se consideraba a España como destino recomendable de los Grand Tours, y además se tenía al país como “bárbaro y peligroso”, siendo mucho más seguros otros destinos en África y Medio Oriente. Con el final de la Guerra de Independencia, surge el interés hacia España por parte de las clases dirigentes inglesas y un auténtico ejército de pintores británicos se desplazan hasta la península fascinados ante la aventura de lo español. Uno de esos pintores fue John Bagnol Burgess. Siendo uno de sus cuadros más famosos este cuadro “License for beggar”, que lo es tanto pictórico como de costumbres. No se pierdan la similitud con estas otras dos imágenes, una de 1929 y otra de ayer por la tarde:
La escena que refleja el cuadro de John Bagnold Burguess parece inconcebible hoy en día. Pero no lo es tanto. Millones de personas luchan a diario por conseguir un puesto de trabajo que para muchos no pasará de ser nada más que un sueño en el medio plazo, incluso para los más capacitados. Quién les iba a decir a los liberales españoles del siglo XIX que esto iba a tener lugar. No hay derecho.
La leyenda que refiere el cuadro (José Casado del Alisal, 1880. Óleo sobre lienzo) basada en hechos reales, cuenta que los nobles aragoneses eligieron rey a Ramiro II, quien en aquel momento era monje y obispo de Roda-Barbastro. Algunos nobles, capitaneados por el arzobispo Pedro de Lucria, asaltaron una caravana de mercaderes musulmanes en período de tregua. Ramiro fue implacable: los llamó a palacio, y haciéndolos entrar de uno en uno en el salón del trono, mandó decapitarlos a todos, disponiendo las cabezas en círculo y en el centro, colgada, la cabeza del arzobispo. El resto de los nobles comenzó a portarse como era debido.
1.- Ramiro II muestra el resultado de su severidad al resto de los nobles potencialmente díscolos. Aunque muestra la palma de la mano, no se trata de un gesto de sumisión, puesto que ese efecto se quiebra al prevalecer la acción de mostrar, ya que mantiene la mano detrás del cuerpo.
2.- Cada persona muestra su estado de ánimo interior ante el espectáculo. El que ocupa el primer peldaño de los escalones frunce el ceño y cierra el puño, impotente y rabioso.
3.- En el segundo peldaño un canoso caballero sostiene su mentón, también con el puño. En el entorno de la comunicación no verbal su actitud refleja el denominado gesto de evaluación que ya vimos en el cuadro de los mendigos,pero con una intención distinta. El gesto indica que reflexiona acerca de lo que contempla y controla sus emociones.
4. Este noble se encoge. El encogimiento de hombros es un movimiento inconsciente para proteger una de las partes más vulnerables del organismo: el cuello. Después de todo, en la escena se está hablando de decapitaciones, q ue no es poco.
5.- Desde el tercer peldaño hacia arriba vemos miradas desorbitadas: no solamente abrimos exageradamente los ojos cuando algo nos asombra, sino que de forma inconsciente, nuestras pupilas también se dilatan a fin de que entre el máximo posible de luz en nuestro cerebro, y así poder tomar una decisión crítica. Ese es uno de los motivos por el que las personas dominantes descubren inmediatamente qué personas se someterán a ellas inmediatamente y qué personas presentarán resistencia a sus amenazas, o en su caso, a sus maniobras de seducción. Las serpientes utilizan recursos similares para cazar a sus víctimas.
6, 7, 8 y 9.- Obsérvense las distintas aberturas de los ojos en función del campo de visión disponible para los personajes que se encuentran en lo alto de la escalera. Cuando rechazamos un argumento o no deseamos hacernos cargo de una situación, apartamos la mirada, cerramos los ojos y adopamos una actitud lo más seria posible. En otras palabras, regulamos la cantidad de luz que entra en el cerebro.
Miguel Arias Cañete, a la derecha, fue eurodiputado popular y presidente de las comisiones de Agricultura (1989) y de Política Regional (1994) del Parlamento Europeo. A la izquierda, Franz Fischler, comisario europeo a la sazón. La labor política de Arias le permitió acumular una gran experiencia en temas presupuestarios, agrícolas y pesqueros. Como ministro de Agricultura y Pesca en los mandatos Aznar, fue una pieza clave a la hora de liderar el proceso de negociación del Gobierno en la llamada Agenda 2000, donde España se jugaba su papel en el futuro de la producción de aceite, vino y pesca de la UE. Obsérvese la gestualidad de Arias para expresar los conceptos “No” y “Ni hablar”. Sine mbargo, el observador atento advertirá que el ministro español, bajo la apariencia de rechazar lo que Fischler dice, mantiene el cuerpo totalmente volcado hacia su interlocutor, lo que indica que en realidad tiene un gran interés en la conversación. Afortunadamente, Fischler no se mostró demasiado sagaz en aquella ocasión.
Y esto es lo que ocurre cuando alguien está absolutamente pendiente del efecto de sus palabras en el interlocutor en un entorno de incertidumbre en el que no se sabe a ciencia cierta cuál será la respuesta del otro:
Los ojos buscan luz, es decir, información. Siempre nos dijeron que “mantuviésemos los ojos abiertos”. Sin embargo, si están demasiado abiertos, no muestran tanta fortaleza como nos convendría exhibir.
José María de Torrijos y Uriarte fue el líder liberal que en 1831 luchó por la reinstauración de la Constitución de Cádiz. Debido a una traición fueron capturados y pasados por las armas el 11 de diciembre de 1831 en la playa de San Andrés, Málaga. El cuadro de Antonio Gisbert (1888. Óleo sobre lienzo. Museo de Arte Moderno de Madrid) ofrece una sobrecogedora intensidad dramática y está considerado como la obra cumbre del pintor.
1.- Torrijos baja la mirada contemplando los cadáveres que yacen sobre la arena. La combinación de ceño fruncido y las cejas ligeramente en forma de V invertida, transmite compasión y sentimiento de responsabilidad por el fracaso.
2.- Francisco Fernández Golfín, ex ministro de la Guerra, en el momento en el que el fraile le venda los ojos, tiene el cuerpo ladeado, en actitud desafiante. Si se hubiese mostrado totalmente de frente estaría dando una imagen de víctima, como la mayor parte de sus compañeros, pero este anciano muestra que no estaba dispuesto a darse por vencido ni siquiera en una situación así.
3.- Manuel Flores Calderón, ex presidente de las Cortes de Sevilla. Flores advierte los sentimientos de Torrijos y su mirada refleja la admiración y respeto que profesa hacia el líder de la rebelión. Los líderes auténticos infunden estados de ánimo positivos en sus colaboradores no como resultado de una arenga o un efecto dramático puntual, sino por la acumulación de emociones verbales y no verbales a lo largo de prolongados períodos de tiempo.
4.- Juan López Pinto, coronel de artillería. Alza la mirada al cielo (típica actitud en un creyente). Muchas personas desvían los ojos hacia arriba cuando tratamos de evocar una imagen, y los movemos horizontalmente cuando queremos recordar una palabra.
5.- El oficial inglés Robert Boyd, comprometido con la causa liberal contra los absolutistas. Nótese la elegante resignación del inglés, en posición de firmes y sin dar más señales de su estado de ánimo que con la británica contención del gesto en sus puños cerrados. Resultaría chocante que se hubiese pintado a Boyd en actitud mística y al militar español en posición de firmes; las actitudes de ambos obedecen a sus respectivos acervos culturales y tienen su origen en la educación recibida, son por lo tanto gestos aprendidos, a diferencia de los gestos innatos que compartimos prácticamente todos los seres humanos.
6.- Francisco de Borja Pardio, Comisario de Guerra. Mira hacia el suelo, lo que indicaría que se está centrando en los aspectos más físicos y materiales de la muerte. Cuando preguntamos a alguien si tiene alguna molestia, es raro que mueva los ojos en horizontal o los alce. Aludimos con la mirada al sentido más profundo de nuestro interés, en el caso de Pardio, su propio cuerpo, al que pronto le va a faltar la vida.
7, 8 y 9.- Fijémonos en la mirada marinero catalán tocado con la barretina y en cómo censura la actitud del otro marinero que se encuentra de rodillas. Entre ambos, otro marinero espera su hora en posición de firmes, pero con las palmas de las manos dirigidas al frente: actitud valiente, sin duda, pero de vencido (a diferencia de la de Fernández Golfín).
10, 11, 12 y 13.- De nuevo el pintor nos muestra el desprecio de otro rebelde (número 12) hacia los dos personajes que se besan y abrazan en la desesperación (número 10). Los brazos cruzados, cuando se está de pie, pueden significar autoafirmación, defensa del propio criterio y bloqueo ante las iniciativas de los demás. Pero es falso que signifique inminencia de violencia física: el cuerpo se negaría a inutilizar los brazos y los puños por tratarse de importantes recursos de ataque y defensa.
14.- Oficial al mando del pelotón de fusilamiento en posición de firmes. Las organizaciones, en este caso el ejército, imponen actitudes orientadas hacia el desvanecimiento de las emociones en las personas (muchas liturgias religiosas tienen el mismo propósito). Al parecer, la última voluntad de Torrijos fue la de pedir dar él mismo la orden de fuego, deseo que le fue concedido.
El artista fue criticado en su época porque, a primera vista, da la impresión de que quienes se rinden son los españoles y no los franceses (la crítica posiblemente tuviese su origen en la españolísima manía de confundir cortesía con debilidad). Personajes y situación no se corresponden exactametne con la realidad, que se sacrificó en parte a fin de conseguir el efecto velazquiano que se pretendía.
1.- La figura del vencedor, general Castaños, quien se descubre, resulta empequeñecida ante la gallardía mostrada por el general Dupont, ya descubierto y con el bicornio en la mano.
2.- ¿Por qué parece más arrogante Dupont? Sencillamente porque mantiene con su cuerpo una postura más vertical. Es precisamente debido a este motivo por el que los críticos españoles lanzaron su furia contra el pintor. Aunque el general francés muestra la palma de la mano izquierda (ya hemos visto que se trata de un gesto con el que se quiere significar vencimiento) su postura hace invisibles los pequeños detalles.
3.- General Gobert, Jefe de la División de Coraceros. Cara de enfado, acaso de rencor (mentón bajado y ceño fruncido). En realidad, Gobert nunca estuvo allí, puesto que había muerto poco después de la batalla a resultas de una herida de bala en la cabeza.
4, 5, y 6.- Posiblemente los generales franceses Marescot, Charbert y Fresia. Sólo uno de ellos, el que se descubre, muestra su cortesía; el que se encuentra entre Gobert y Dupont mantiene un rostro totalmente inexpresivo, neutro. Un tercer general monta a caballo, casi con prisa por desaparecer de la escena. Entre los tres representan los tres únicos escenarios de intercomunicación entre los seres humanos: colaboración, indiferencia y confrontación. Las personas que son capaces de identificar la verdadera naturaleza del escenario en el que se encuentran sin dejarse engañar por las apariencias son la que habitualmente dominan todas las situaciones.
7.- Fijémonos ahora en el personaje que, todavía cubierto, y con una clara intención de no dejar de hacerlo, se encuentra detrás de Castaños. Es el general suizo Theodor von Reding, cuyo papel fue clave en el desenlace de la batalla y cuya antipatía hacia los franceses ya era manifiesta desde años antes de que tuviese lugar la batalla; ¿ven cómo también hace un paréntesis con su cuerpo, pero que lo hace en sentido inverso? Al arquear así su cuerpo tiene que tensar el cuello, su compostura trasluce severidad, intransigencia… y soberbia, con lo que se engrandece todavía más la imagen del amable, sexagenario y victorioso Castaños.
8.- General Manuel de la Peña, al mando de la Tercera División, la de los garrocheros de Úbeda, jinetes que nunca habían entrado en combate y cuya experiencia anterior consistía en guardar rebaños de toros bravos; desempeñaron un papel decisivo en la batalla. De la Peña mantiene una actitud muy similar a la de von Reding.
9.- Soldado regular del ejército español. Nótese su compostura en comparación a la de los legionarios franceses de la derecha (nº 14) no obstante su campesino tocado. La postura del cuerpo, tal como se ha visto anteriormente, puede salvar la proyección de la imagen personal prácticamente en todas las circunstancias.
10, 11 y 12.- Garrocheros y voluntarios de los alrededores. El nº 11, que se cuida una herida, mantiene la mirada torva, con le cuerpo ladeado (rencor); el nº 8, quien empuña una enseña francesa, se muestra mucho más gallardo que el general Castaños; detrás de él, nº 13, otro volutnario vocifera a la española, rompiendo la solemnidad del acto.
13.- Posiblemente los generales Félix Jones (español de origen irlandés) y Tomás Moreno. No ofrecen ninguna expresividad en particular y acaso sólo su presencia solo cumplan la función pictórica de dotar con mayor volumen a la parte del cuadro correspondiente a los españoles.
¿Son actitudes propias del pasado y hoy en día ya no tienen lugar? Ni mucho menos. No se pierdan esta foto del encuentro entre José Luis Rodríguez Zapatero y Tony Blair: el presidente español, de forma aparentemente inexplicable, “se somete” al inglés, quien alza el mentón y, por simple contraste, proyecta una imagen de superioridad sobre su colega socialista. Pero, ¿por qué Zapatero se inclina?
El presidente español ha venido cambiando de gestualidad desde que se acomodó en La Moncloa. A lo largo de una buena parte de su primer mandato, tenía la manía de mirar la mano de su interlocutor justo antes de estrechársela, en un ingenuo intento de emitir la señal “choca esos cinco, colega”, pero el resultado de tal comportamiento dejaba mucho que desear y afortunadamente alguien le ha convencido para que dejase de hacerlo. Al igual que en La rendición de Bailén, el efecto de la gestualidad se pone de manifiesto es en los contrastes, en el lugar donde te encuentras y en la intención de lo que quieres significar. Si lo que muestras es fingido y no es congruente con tus verdaderas intenciones, quedarás mal ante todo el mundo.
Entre 1900 y 1913 un millón y medio de españoles abandonaron el campo o emigraron a Suramérica. Un pueblo entero de la provincia de Ávila escribió al presidente de la República Argentina ofreciéndose todos a trabajar allí. Como no podía ser menos de espera, la prensa, los intelectuales y los señoritos españoles se lanzaron sobre ellos acusándoles de antipatriotas. La respuesta del alcalde fue rotunda: "el amor a la patria empieza por dar de comer a nuestros hijos" (citado por Raymond Carr en "España. De la Restauración a la Democracia. 1875-1890").
El diario Clarín informa que 33.000 españoles han ido llegando a Argentina a lo largo de los dos últimos años en busca de empleo y empujados por la crisis económica. No se trata de mano de obra sin más: la mayor parte son licenciados universitarios, jóvenes y dispuestos a labrarse un futuro que su patria no les ofrece. Además, tomen nota de esto, han tomado la decisión de cruzar el charco en lugar de quedarse lloriqueando en casa de papá y mamá a este lado del Atlántico. Los ninís se quedan aquí pegados al botellón mientras el resto, como si todavía viviesen en el siglo XIX, anhelan "soluciones políticas", pero no se plantean, tal como Viktor Frankl sugirió, que en lugar de preguntarse qué es lo que un Gobierno puede hacer por ellos, qué es lo que ellos podrían hacer por la sociedad a la que pertenecen.
Hace unos meses se ha publicado la versión catalana de Spanish Rose, Yorkshire Thorns, una novela de la octogenaria Marta Cardona, quien emigró con su familia al Reino Unido en 1950 para trabajar de criada en una casa de Yorkshire.
Una historia de lucha y superación, desde luego, pero por encima de eso, es la historia de una mujer repleta de talento: es su única novela y ha conseguido verla publicada a la edad de 82 años. Tenacidad es la palabra. Marta acabó criando en solitario a sus cinco hijos, porque su marido la abandonó. Se sentía fuera de lugar tanto en Inglaterra como en Cataluña (el título en catalán es Fora de lloc, es decir “fuera de lugar”). Volvió a Cataluña a principios de los años setenta. “Me sentí desplazada –ha declarado. Luego pensé que era mejor pensar que tenía dos patrias antes que creer que era una desgraciada”.
Dos hermanos de mi padre emigraron a Argentina a finales de la década de los años veinte del siglo pasado. Ambos alfareros de profesión, uno de ellos llegó a ser profesor de Cerámica en la Escuela de Cerámica en Buenos Aires, y el otro, secretario general de la CGT de Cerámica.
De haberse quedado aquí, ambos talentos hubiesen resultado de todo punto invisibles.
No sólo es la economía. No sólo es la política. Se trata de un asunto de desperdicio de talento e ilusión, estúpidos. El patriotismo es una consecuencia, no el origen.
Como muchos de vosotros sabeis, uno de mis cometidos profesionales consiste en el entrenamiento en habilidades de comunicación y divulgación para personal científico.
Recientemente he participado en una serie de sesiones en las que, tal y como suele suceder cuando trabajas con gente inteligente y ávida de conocimiento, los profesores aprenden tanto o más de los alumnos que estos de aquéllos.
Gracias a estas sesiones he podido aprender cosas apasionantes a propósito de la evolución de la materia ósea del cuerpo humano. Frente a lo que sugiere el sentido común, (el cual con tanta frecuencia actúa como una trampa que fulmina la creatividad y el aprendizaje) los huesos son entes vivos que se están transformando a cada segundo.
Lo resumiré: los osteoclastos, que son unas células multinucleadas, “devoran” continuamente nuestros huesos y crean unos “socavones” que a continuación son rellenados por otras células, llamadas osteoblastos, que generan matriz ósea (si quieres saber más acerca de todo esto puedes consultar el blog del Hospital Universitario Fundación Santa Fe de Bogotá - Universidad de los Andes, donde lo explican muy bien).
Gracias a ese continuo proceso de destrucción/construcción es como nos desarrollamos y crecemos. Durante la sesión de trabajo me estuvo rondando por la cabeza una pregunta: ¿cómo demonios los osteoblastos “saben” dónde están esos huecos que los osteoclastos han hecho con su función excavadora?
Para no interrumpir la sesión de trabajo, me reservé la pregunta para la hora del almuerzo, y ya en la mesa se lo pregunté a dos doctoras que estaban sentadas a mi lado. ¿Es que acaso los osteoblastos eran “inteligentes” o algo así? La respuesta, de una aplastante sinceridad y que por su sencillez me resultó admirable y paradójicamente sobrecogedora, fue ésta:
- Todavía sabemos muy poco acerca del cuerpo humano. Todo parece encontrarse bajo control, pero también el azar desempeña su papel.
La simple materia, a la que tomamos por inerte, parece contener rastros de una inteligencia tenazmente orientada hacia la creación de vida. No obstante, ese poder biogenerador prescinde por completo de los elementos emocionales. No muestra obedecer a una religión, credo ni propósito ultraterreno alguno. La materia está obsesionada, así parece indicarlo, con su proyecto de transformarse en vida, y su herramienta es la destrucción, tal como dijo Steve Jobs en su apasionante discurso en la Universidad de Stanford: “lo viejo debe dejar paso a lo nuevo. Debemos irnos para que otros nos sustituyan” (no puedes perdértelo si todavía no lo has visto).
Estos han sido unos días de dolor para mí. Un amigo muy querido ha muerto. Unos días más tarde, la hija de otro amigo entrañable también falleció en un accidente de tráfico. Tras la tristeza, pasé a considerar la colosal tarea en la que todos estamos implicados: no sólo estar, sino también hacer, compartir, absorber, ganar, crecer. Y al final, dejar sitio a los que han de venir en este mundo misterioso que se encuentra regido tanto por severas reglas de destrucción y creación como por el lado oscuro del caprichoso azar que nos tiene a su merced.
Un hospital público. Camas en los pasillos, y en una de esas camas, una mujer llora y llora desconsoladamente.
Apendicitis.
Pasa una enfermera y le dice que se calle, que no es para tanto, que es una operación del montón.
Pero la mujer sigue llorando. Después otra enfermera, una doctora, otro médico, le reprochan su autocompasión. ¡Que espere al quirófano y se calle de una vez, que no hay para tanto!
Por fin, alguien le pregunta por qué llora.
La mujer que llora es una inmigrante. Se ha gastado todos sus ahorros para costearse el más que caro viaje a su país y ahora está sin un céntimo. Sola. El objeto del viaje era casarse. Casarse con su novio de toda la vida. La boda debería tener lugar dentro de tres días. No irá. No tiene a nadie para hacer las gestiones precisas, hablar con la familia, explicar su situación, cancelar el pasaje.
Mientras tanto, los demás le decían que se callase. Pero nadie se interesaba POR QUÉ lloraba.
Piensa por un instante en un día cualquiera de esta semana. ¿Te han preguntado POR TI? (no en busca de una información que fuese de utilidad a quien preguntaba, sino realmente POR TI, por tus sentimientos, ambiciones, alegría, tristeza, esperanzas, miedos, victorias, observaciones acerca del mundo o cualquier otra cosa realmente TUYA).
Si así ha sido, te felicito.
Y si no ha sido así: ¿has preguntado ese mismo día a alguien no en busca de una información que te interesase, sino por sus sentimientos, ambiciones, alegría, tristeza, esperanzas, miedos, victorias, observaciones acerca del mundo o cualquier otra cosa SUYA?
La adivinación del futuro se concibe como un delirio irracional. Pero en la vida real, quienes no sean adivinos cosecharán un negro futuro. Sin embargo, el don de la adivinación está a nuestro alcance, aunque miramos hacia otro lado, no sea que tal vez tengamos demasiada suerte y eso nos dé resaca
Es normal tener la sensación de que todo está inventado. La inmensa mayoría de las ideas no son más que clones de ideas anteriores. Se repiten hasta la saciedad fórmulas usadas una y otra vez. La mayor parte de los supuestos innovadores se limita a hacer más de lo mismo, por lo que terminan encontrándose en el mercado con cientos, miles, millones de tipos que exhiben exactamente la misma mercancía. Esto te lo encuentras tanto en el sector financiero, el informático… o sencillamente en un proceso de selección para un puesto de trabajo. La vida es dura de narices.
Los supervivientes al fracaso y al lloriqueo autocompasivo, pero que todavía no han sido iluminados por la diosa Razón (se ve que esta señora se encuentra de vacaciones desde la Revolución Francesa) empiezan a convencerse a sí mismos de que les alumbra otra divinidad, a saber, la diosa Competitividad, por lo que les da el pronto y arremeten los unos contra los otros a navajazo limpio, creando lo que ahora los expertos en la materia denominan “mar de sangre” (mira http://www.resumido.com/es/libro.php/346, que es donde tienes un resumen de las ideas de W Chan Kim y Reneé Mauborgne acerca de lo que yo llamo la competitividad chiflada).
Y ahora las buenas noticias: la predicción del futuro es perfectamente posible bajo las siguientes condiciones:
1º. Sano ejercicio de la duda: no dar por cierta ninguna opinión que satisfaga nuestros prejuicios.
2º. No limitarse a averiguar lo que piensan los expertos.
3º. Investigar fuentes de conocimiento ajenas a al área en la que pretendes desarrollar tu idea.
4º. Estar al tanto de desarrollos científicos y filosóficos, no sólo “de negocios” o de moda. Muchos se sorprenderán cuando descubran que prácticamente todas las “asombrosas” innovaciones que de vez en cuando publican los periódicos estaban previstas (y publicadas) desde años atrás en revistas no sólo especializadas, sino incluso de divulgación.
En realidad, el éxito en la ardua tarea de la predicción del futuro ya lo identificó claramente Sócrates con su lema “sólo sé que no sé”. Lo que pasa es que, para muchos, se ve que Sócrates no está a la moda.
La verdad es que para tener éxito sólo hay tres vías ( y no garantizadas al 100%):
· Emulación. A partir del conocimiento de experiencias de éxito, se procede a la clonación de otras iniciativas que funcionaron.
· Combinación. Se procede a la elaboración de un nuevo proyecto que integra distintas iniciativas que han resultado positivas. Se busca la creación de sinergias entre el conjunto de ideas aplicables.
· Creación pura: sólo se produce por inspiración divina, o bien mediante un concienzudo análisis de los mercados y de los comportamientos de los consumidores.
La emulación y la combinación nacen viciadas por propia definición; generalmente las ideas originales proceden de otros entornos geográficos (básicamente estadounidenses) y no se tiene en cuenta las características de los mercados específicos. La emulación únicamente puede funcionar cuando se contempla un escenario global, referido a todo el planeta. Hay que observar que los grandes éxitos en Internet no contemplan el diseño de webs en distintos idiomas, sino exclusivamente en inglés (en su calidad de lengua franca en Internet) con independencia de si sus creadores son de una nacionalidad u otra. Las páginas web en distintos idiomas quedan reservadas a los exportadores e importadores que buscan operaciones concretas en entornos geográficos concretos; esas operaciones o negocios no tienen por qué realizarse en Internet, sino que la Red se utiliza como una herramienta de contacto sin más.
La creación en sentido estricto se desarrolla conforme a lo que se consigna en cualquier manual de marketing. Pero aquí la diferencia se encuentra en los requisitos de índole técnica que se deben contemplar para la implantación efectiva de la idea.
El mayor inconveniente para el desarrollo de ideas potencialmente exitosas viene dado por la masa crítica financiera necesaria para los procesos de investigación e implantación; no hace falta decir que únicamente las grandes compañías se encuentran en disposición de afrontar esos gastos. Receta, si no puedes luchar contra ellos, conviértelos en clientes tuyos.
Se suele confundir el verdadero significado de la expresión “pelotazo” referida a los negocios. Debido a los patéticos procesos de negocios vinculados con la política en los años 80, se asume generalmente que el término se refiere a ciertos tipos de acuerdos, extendidos en el tiempo, mediante los que un empresario, gracias a sus relaciones personales con prescriptores políticos, genera una asimetría en el mercado valiéndose bien de información privilegiada, fondos públicos, recursos humanos a bajo coste o las tres cosas a la vez. Sin embargo, el pelotazo es otra cosa; es un sueño de negociante aprendiz y más bien se clasifica dentro de la actitud que conocemos como “toma el dinero y corre”. El mercado se encuentra inundado de tentativas de “micropelotazos” que generan desconfianza a diestro y siniestro.
Para el público español, el máximo concepto de inversión segura sigue siendo el mercado inmobiliario. Es que no se enteran.
Escribo estas líneas a bordo del AVE que he tomado de vuelta a Madrid poco después de las tres. Esta mañana he dado una charla en la sede de la Confederación de Empresarios y a continuación ha intervenido Eva Fernandez Molina (Dopp Consultores). Eva ha impartido una charla magnífica sobre liderazgo. Me quedé en calidad de alumno a su intervención y me sorprendió (nos sorprendió a todos) con dos interesantes dinámicas de grupo. La segunda de esas dinámicas consistía en que cada uno de los presentes pensase en cuál era su “sueño”, es decir, lo que pretendía hacer en la vida dentro de un determinado plazo. Acto seguido, debería intercambiar ese proyecto con la persona que tenía al lado y después con otras. Se trató de una acción muy euforizante para todo el mundo: cuando cuentas un sueño/proyecto es que vas en serio, que tienes la determinación de que ese sueño se cumpla.
Sin embargo, una alumna preguntó:
- ¿Se puede incluir un sueño imposible?
Las condiciones del juego exigían que se tratase de algo realizable, aunque difícil, así que lo quedaba coleando era: ¿con cuánto nivel de dificultad? Por el tono de la alumna parecía ser que la dificultad era considerable.
Piensen ahora por un momento: ¿a qué tipo de sueño imposible podía estar refiriéndose aquella mujer? Les invito a que hagan la experiencia con ustedes mismos: ¿se atreven a hacer una lista de “tres sueños imposibles” en los que alguna vez hayan pensado? Háganlo, por favor, y a continuación, si es que todo esto les sigue interesando, lean los cuatro siguientes párrafos.
Siguiendo las instrucciones de Eva para la realización de la dinámica, intercambié mi sueño con la persona que estaba a mi lado y después busqué deliberadamente a la chica del sueño imposible. Me dijo:
- Tengo un hijo de 15 años que es ciego de un ojo. Desde que era chiquitín siempre tuvo la ilusión de ser bombero, tal como les pasa a tantos otros niños. Pero a medida que se iba haciendo mayor, ese deseo se fue convirtiendo en algo muy fuerte, en una auténtica vocación. Sin embargo, fue perdiendo la vista poco a poco en ese ojo. Los oftalmólogos dicen que es un proceso degenerativo y que no tiene remedio. Su sueño no se cumplirá, y tampoco el mío, o sea, el de verlo feliz y realizado.
Le pregunté si había hablado en profundidad de este asunto con él y me dijo que sí. También me dijo que la realización personal del muchacho estaba vinculada al hecho de ser útil a los demás, y eso me llamó especialmente la atención. “Puede que no llegue ser bombero –le dije– ni policía, ni guarda de seguridad… pero tal vez podría llegar a ser instructor, incluso jefe de un servicio público, o escritor comprometido con el tema de la seguridad ciudadana o incluso propietario de una innovadora empresa de seguridad. ¿Por qué no?”.
Mientras tanto, la sala se había convertido en una algarabía de personas ilusionadas que no sólo decían a los demás cuáles eran sus sueños, sino que incluso aportaban detalles acerca de cómo lo harían, cuánto tiempo les llevaría cumplirlo y todo eso. Mi interlocutora contenía las lágrimas; había empezado a pensar de otra manera, a ver oportunidades donde antes sólo veía barreras y depresión. Me dio dos besos. Allí estaba ante mí, entera, absolutamente resuelta. Había algo más que esperanza en su expresión. Se trataba de resolución. No era resignación lo que ella y su hijo necesitaban, sino ponerse manos a la obra. Estoy seguro de que los dos han empezado con la tarea.
¿Y cuál fue mi sueño? Éste: Ser el mejor Yo que fuese capaz de llegar a ser. Para mí y para lo demás. Todavía no lo he conseguido. Pero voy mejorando día a día.
Y ahora dime: ¿de qué tipo es tu sueño? ¿De los imposibles o de los difíciles?